El mismo cielo, el mismo camino. El mismo invierno, el mismo verano. Las mismas frutas, que volvían a cultivarse cada año. Las mismas mariposas, saliendo de sus capullos en primavera. El mismo abrigo cuando aparecía el frío, los mismos charcos en la acera. Los mismos horarios, el mismo plan. El mismo tráfico y la idéntica vista por la ventana.
Todas las cosas se repetían.
Al principio, todo parecía nuevo, diferente, real. ¿Cuándo empecé a darme cuenta de que hacemos la vida tan cíclica y que siempre estamos pendientes del tiempo?
No quiero esto, me dije, esto no es para mí.
