Intento calmarme, pero no puedo. Respiro hondo, indago en lo más profundo de mi alma e intento encontrar algo que ya no está, o que tal vez se haya escondido. Me afecta tanto su ausencia que tirito de frío. La niebla invade mis labios y sólo digo palabras sin sentido. Echo una ojeada al horizonte. Todo es diferente desde aquí arriba. No veo nada, pero aún así disfruto de la vista. Desde aquí no veo nada.
Solo me veo a mí, brillando entre tanta oscuridad. Me sigo preguntando incertidumbres sin respuesta, que ni siquiera los focos, que aparentan ser estrellas cercanas, me pueden responder. Todo gira a mi alrededor como una nube de pulpurina. De repente no me preocupa nada. Aunque me siento sola no echo la vista atrás. Sólo miro al suelo de vez en cuando. Puedo oír los latidos de mi corazón entre tanto ruido. Es como el bajo de mi propia melodía. Marca el rítmo al quiere que yo vaya. Yo le sigo obediente y tarareo una canción.
Maldito corazón ya me la has vuelto a jugar, bájate la distorsión... que no puedo oírme a mí...
Pierdo los sentidos...
No me reconozco...
Ahora sé que no soy yo misma.
- ¡VAMOS!
Los acordes y el tiempo se mezclan con mi voz, llegando a todos los rincones de la sala, a todos los oídos que escuchan con atención y llegando también, al mismisimo resquicio de mi felicidad.
Me siento pequeña entre tanta gente... |
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