Buenas noches viajero del tiempo

Buenas noches viajero del tiempo.
Bienvenido a mi mundo, es oscuro, pero se está bien...


viernes, 26 de agosto de 2016

La rima del viejo marinero


Era una vieja leyenda que un día estuve dispuesta a contar. Ahora las palabras se me quedan cortas y me sobra paciencia. Ya no me ilusiono tanto por narrar estas cosas como antes. Ya no me infunde alegría cantar. Porque sé que no cambia la vida de nadie. Entonces ahora prefiero guardar todo lo que haga para mí misma. Ya no me gusta todo aunque lo parezca. Y muchas cosas me han dejado de resultar interesantes. Tal vez, la esperanza es lo único que más tardará en desaparecer. Porque la ilusión por los pequeños detalles se ha ido apagando y ya mi estómago no se encoge al mirar al universo. Pero, la rima del viejo marinero, se merece un sitio en mi mundo oscuro. Un mundo que es sólo para mí...

Se encontraron en una boda. Él, impasible, se dirigió a uno de los invitados y sin siquiera preguntarle, comenzó a narrar su vieja historia...
Se hicieron a la mar, soltaron las velas, alzaron su bandera al viento y, valerosos se adentraron en las profundidades de lo desconocido. El océano era inmenso, inspiraba respeto y a la vez grandeza y belleza. No sabía que les depararía el destino. Aún así, continuaron su viaje.
El capitán, alto y fuerte, para presumir de su bravía, lazó una flecha con su famosa puntería y acertó en el corazón de un albatros que por allí volaba sin rumbo alrededor de la gran barca. Algunos de los marineros vitorearon la hazaña de su capitán, otros en cambio, le blasfemaron con una mueca de disgusto alegando que matar a un albatros era un presagio de mala suerte.
Al día siguiente, el viento dejó de soplar. Todas sus provisiones fueron devoradas por unas ratas polizontes y los demás alimentos se pudrieron. Toda la tripulación estaba desesperada... Empezaron a pensar que todas esas catastróficas desdichas eran fruto del asesinato del ave. Repudiaron al capitán a la bodega echándole la culpa de lo ocurrido.
El viento seguía sin aparecer, las velas no se movían apenas. Estaban en medio del océano, sin comida y sin esperanza. Iban a morir.
Entonces vieron un barco negro a lo lejos. Apareció entre la densa neblina. Los tripulantes de aquél barco eran personas sin alma, su carne muerta había dejado entrever sus huesos y su mirada estaba vacía. Entonces, apareció la muerte. Los marineros asustados guardaron silencio. La madera del barco estaba carcomida por el tiempo y las algas proliferaban en toda su extensión. Las velas estaban mojadas, parecía haber salido de las profundidades del océano. La muerte se dirigió a los marineros y les retó a jugar a los dados con ella. Todos perdieron y la muerte se los llevó. El capitán fue retado a jugar por la muerte en vida, y ganó. Al vencer a la muerte, consiguió vivir. Pero sin alma. Una muerte en vida. Para siempre. Como castigo por matar al albatros, le obligó a colgarse al ave al cuello. El barco fantasma desapareció en las tinieblas. Y se quedó en su barco, junto con toda su tripulación muerta y el albatros colgando de su cuello. Entonces partió a llorar, y se arrepintió de todo lo ocurrido.
Entonces, para su sorpresa, comenzó de nuevo a soplar el viento. El albatros se desplomó contra el suelo al desaparecer la cadena que lo sostenía en el cuello del capitán, ya que la maldición había terminado. Llegó entonces a un pequeño acantilado donde saltó al agua y nadó hasta la playa. Allí, exhausto, un ermitaño le encontró y permaneció a su lado hasta que recuperó el aliento. Le contó lo ocurrido y el sabio ermitaño le dijo que, a partir de ese momento, tenía que ir vagando contando su historia. Para que nadie nunca matara a otro ser vivo de la creación. El capitán, arrepentido de su acto, no volvió a matar ningún ser viviente. Y estaba dispuesto a compartir su historia para siempre durante su no-vida. Pues ahora, él era inmortal, porque la maldición así lo decía.

El invitado de la fiesta no dio crédito a lo que escuchó a aquél día. Ensimismado en sus pensamientos, meditó sobre aquella historia y cayó en la cuenta de que el que se la había contado era aquél marinero, el de la maldición, aquél capitán que había matado al albatros. Pero, cuando quiso darse cuenta, ya había desaparecido entre las sombras...



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