Un matiz de desesperación y una patada en el culo.
Estudiar es lo único que hace que no piense en nada estúpido.
La noche parecía no acabarse nunca. La Luna permanecía quieta, expectante. Hubiera jurado que me miraba sólo a mí y a nadie más, pues iba yo sola caminando a paso ligero bajo las miles de estrellas que alumbraban las calles sin luces en la semioscuridad que se mezclada con el viento helado, el cual me congelaba los huesos y agitaba violentamente mi pelo en su carrera hacia ninguna parte. Me reconfortaba porque mis ojos doloridos de tanto llorar se refrescaban y ese frío conseguía sentirme mejor, sentirme viva.
Cuando me tumbé en la cama sentí desfallecer, no pensé ni quitarme el maquillaje que manchaba mis mejillas sino que me dispuse a no pensar en nada, cerrar muy fuerte los ojos y dormir.
Lo mejor de esta historia es que a la mañana siguiente estaba perfectamente.
¿Lo peor? Que ninguno de ellos se dio cuenta de la pena que tenía guardada aquí dentro.
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