Cuando me meto en la ducha, no puedo reprimir un suspiro de satisfacción cuando el agua ardiendo roza mi piel, entonces, pienso en la alocada historia de La Isla, de como un grupo de amigos tiene que sobrevivir a un imprevisto accidente de avión en un trozo de tierra desolada rodeada de agua, cómo se deben sentir mis queridos personajes al no poder darse un baño caliente y aguantar días y días sin comer, con la esperanza de que alguien les encuentre pendiendo de un hilo en sus corazones. ¿Cómo no seguir escribiendo sobre esa intrigante historia de supervivencia? La convivencia puede ser duro en un sitio así, y más cuando los sentimientos nos la juegan.
En cambio, vuelvo a jugar al juego de dragones que me he descargado en el móvil y no puedo contenerme de volver al mundo imaginario de Draland y escapar de la realidad. ¿Quién no quisiera estar en ese mundo habitado por preciosos dragones? Esos seres místicos son mis favoritos, después de los dinosaurios. Curiosamente ambos se parecen un poco. Mi anhelo de poder algún día mi propio dragón me incita a que escriba sobre ello.
También echo de menos Cárcola, otro mundo de tantos, que vive latente en el universo de mi mente. Allí tengo verdaderos amigos, que me enseñaron como volar en un tabla de Skysurfin y cómo ver las olas. Echo de menos las noches tocando la guitarra en la playa y cantando canciones con ellos. Por una vez, ser la torpe y la cansina del grupo no era tan malo.
Me gusta también mi vida en La Ciénaga del Bosque de las Hadas. Recuerdo como hace unos cuantos años todo eran problemas, después Rosi y todos los demás se convirtieron en mi familia. Me encantaba la forma en la que ellos aceptaban cómo soy. Vivíamos un montón de aventuras, podría contar cientos de ellas. Sonrío al escribir esto porque recuerdo las veces que me transportaba allí a pasármelo bien. Recuerdo también mis trabajillos como la Secretaria Informativa Directiva, mi cometido era colocar carteles por el bosque y los alrededores informando sobre los acontecimientos que se iba a dar aquél día. Era emocionante, cada día ocurría algo nuevo. Si no estábamos salvando el mundo, podíamos estar haciendo un concurso de canciones y de baile... No es que dijera que no iba a volver jamás, simplemente no he vuelto a pisar ese lugar. Y aunque lo eche de menos, supongo que forma parte de un pasado maravilloso que tal vez no vuelva a vivir. Pero tengo muchos frentes abiertos por delante. Muchas ideas. Muchos lugares nuevos que descubrir...
Dejando atrás todo eso, hay algo nuevo que quiero inventar. Creo que nunca lo había hecho antes. Tal vez ahora lo necesito. Siento que me gustaría encontrar a alguien, alguien especial para mí y no para el resto del mundo. Alguien que pueda quererme de verdad. Y me siento tan idiota escribiendo esto que creo que me voy ya a la cama.
La foto no tiene nada que ver con el texto, pero me parece preciosa |
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