Mi corazón comenzó a acelerarse cada vez que algo me sorprendía, o cuando salían cosas increíbles, o esos sueños imposibles del pasado… Entonces la imagen borrosa desaparecía, se disolvía delante de mis ojos y se guardaba en algún rincón escondido en los que se guardan los recuerdos inolvidables. Mi corazón volvía al monótono ritmo del reposo. Y otra imagen, esta vez más clara, más definida. Estaba llegando sin duda al auge de mi pensamiento, al mismo corazón de los recuerdos de hacía ya tres años…
Todas mis reflexiones se esfumaron de un modo efímero, casi imperceptible. Volví a ver entonces el techo de mi habitación. Estaba totalmente blanco e iluminado por la luz que brillaba tenuemente sobre el escritorio. Un ruido conocido me había despertado de repente y me había arrastrado completamente de nuevo a la realidad. El timbre de la casa sonó de nuevo. Recordé que estaba sola por eso me levanté de un salto. Fui sin ganas, mientras arrastraba los pies, hasta el recibidor y me detuve delante de la puerta, vacilante. No esperaba ninguna visita y no iba a malgastar mi tiempo con cualquiera. Además mis vacaciones habían empezado el día anterior, necesitaba al menos un poco de calma y meditación antes de volver a pasarme el día pegada a mis queridos amigos, los libros. Estudiar era algo tan natural en mí como comer, pero en las vacaciones, simplemente, hacía un ayuno transitorio.
Abrí la puerta lentamente, dejando que la corriente de aire entrara zigzagueando, ligero y sutil, provocándome un escalofrío en el interior de la piel. Mis ojos, pronto se acostumbraron a la semioscuridad que reinaba en la entrada, y se posaron sobre aquellos ojos color castaño miel, que me miraban cautelosos. Mi corazón se aceleró, mientras esos dos ojos observaban los míos, que no estaban plagados de miedo, sino llenos de curiosidad. El extraño aroma de ese chico que estaba en la puerta de mi casa, que probablemente tendría unos 19 años, me resultaba familiar, una esencia del pasado tan cercana, pero a la vez tan distante… Esa mirada tan característica que poseía no parecía ser solo suya. Dos sentimientos se complementaban formando uno sólo. Dos formas de mirar, unidas. Una mezcla de ambos que hacía sentirme confusa. Su pelo era castaño, al igual que sus ojos. Su estatura, igual que la mía, o quizás un poco más alto. Su voz…
-¿¡Ale!?
Era dulce y a la vez divertida y locuaz, pero también algo tímida y reservada. Y su forma de vestir…me resultaba todo su ser tan familiar, tan recordado y a la vez olvidado.
¿Pero, maldita sea, quién era él?
¿Quién eres? |
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