Estabamos sentados en las escaleras, viendo a los demás pasar, pensando que la vida seguía siendo mejor en compañía. Pero como yo tampoco dije nada aquella noche oscura, me pensé que estaba ciega de amor. Hice una pregunta y nadie contestó. El silencio se apoderó de la calle. Ya no había extraños pasando por nuestras miradas. Los que nos mirábamos ahora éramos nosotros. Y me di cuenta que juesto ese momento fue la vez que más cerca estuvimos de enredarnos en un beso y mezclarnos bien por dentro, aquella noche fue la vez.
Las sonrisas fueron cómplices de nuestros pensamientos.
Y nuestras extrañas miradas se fundieron en sexaciones incontroladas.
Aquella noche fue la vez.
Entonces me quedé sola, otra vez, aquella noche... |
No hay comentarios:
Publicar un comentario