Buenas noches viajero del tiempo

Buenas noches viajero del tiempo.
Bienvenido a mi mundo, es oscuro, pero se está bien...


domingo, 23 de agosto de 2015

P

Puedes pensar que podríamos permitirnos parar, poner pintura sobre nuestros pesados pensamientos y percatarnos de que puede palidecer nuestro corazón. El mío palpita sin parar, me provoca unas pocas patologías que me place padecer. He perdido la paciencia, presa del pecado y no sé como escapar de este pabellón sin puertas. Tengo paresia en las piernas y en el pecho, no parpadeo para poder ver nuestra peligrosa película. Mis pestañas están petrificadas. Mis pulmones no parecen pulverizar el aire tan pétreo que nos persigue.

Parecías un pájaro volando por un peliagudo cielo. Eras peculiar. Me gustaba parlotear contigo, pescar palabras e imaginar que paseaba por un palacio, sin ser una princesa pero tú siendo mi palafrenero. Tus plateadas palabras pesaron en mi, e hicieron palanca en mi mente. Se acentuó más aún mi palidez. Como una paleontóloga, palpé con las palmas de mis manos tu plumaje, probando tus piezas. ¿Cómo penetrar plenamente en tu interior? Al igual que si fuese un pobre peón caí en tu pantomima. Entonces prometí en papel no ponderar la posibilidad. Fui perspicaz pero tu no estabas preparado. Qué paradoja, tu propia píldora.
Presuntuosamente me prestastes prosa y yo presa de tu psicodélica presencia, me pronuncié. Mis prendas estaban en el suelo precipitadamente, mientras me peinabas el paladar. Sin pudor, puse un puzzle en la mesa y empezamos la partida, presuponiendo lo que iba a pasar. No nos preparamos.
Entonces presiento ahora que pigmentas mi piel, mi nuevo propósito es poder quedarme prendada en ti. Tú puntuas mi púrpura pared, me psicoanalizas. Sin preámbulos me poseíste. Yo era un polizón clandestino que planeaba encontrarte. Pintabas mi sonrisa con unas pinceladas. Tus ojos pardos parecen pensar en mi y, sin paracaídas, nos despedimos.

Ahora predomina mi predestinada soledad, y la tuya precisamente precipita con potencia hacia un pozo. Ahora pagamos nuestro pragmatismo, por poner precio a nuestras dudas. Yo no quería que fueses mi postre, sino mi plato principal. Pero me has puesto pronto a partir en la penumbra, echaste el pestillo. Pendo de un hilo, y tu picadura sigué ahí punzándome como una piedra sin piedad. No pienses que podría estar peor, me siento como una pasajera sin pasaporte. Parece que ambos perdemos.

Probablemente pasarás página pronto. Y yo, sin prisa, dejaré de pensar en ti.


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