Cuando vuelvo a casa de madrugada, en realidad no estoy completamente sola; me acompaña el silencio, que se pierde por el sonido de mis pasos. Me repito por enésima vez palabras de consuelo y afecto, pero, como siempre, no me funcionan. ¿Cuándo aprenderé? ¿Qué tengo que hacer? Otra vez las preguntas... que no paran de aparecer, ruidosas y curiosas. Largo de aquí. No quiero haceros caso. Dejadme disfrutar de la vuelta a casa, entre el silencio y la oscuridad, entre el frío y la niebla.
Hoy no quiero escuchar a nadie. Sólo busco contar mis pasos mientras me quedo absorta en mis pensamientos, imaginando que estoy tumbada en una colina, bajo un cielo nublado, viendo como aterrizan los aviones.
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