Allí es dónde estoy yo. Es increíble.
Cada noche la luna pinta de luz a las estrellas y desde el pico más alto de la montaña, se pueden ver los destellos fugaces de las tablas volando a toda velocidad a través del manto oscuro de la noche. Parecen luciérnagas vagando hábilmente, centelleando y mostrando a los admiradores un maravilloso espectáculo luminoso. A veces, las estelas brillantes iluminan mis ojos, simulando constelaciones en mis pupilas.
Me gusta vivir aquí. No existe el concepto de invierno y verano. Un día puede que todo se cubra de nieve y que, al día siguiente, la misma se derrita bajo un sol espléndido. El tiempo no se mide en estaciones ni en calendarios, todo se predice por el viento y las olas. El mar es inmenso y algunas islas flotan suspendidas en el aire sobre él. Otras se acurrucan en su interior, sumidas en una fría oscuridad submarina y las demás se encuentran en su superficie. Las caracolas son el tesoro más preciado en este planeta, el mar está plagado de ellas y, de vez en cuando, las olas las arrastran hasta la orilla meciéndolas en un suave baile.
Estoy feliz aquí. No me quiero ir.
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