Buenas noches viajero del tiempo

Buenas noches viajero del tiempo.
Bienvenido a mi mundo, es oscuro, pero se está bien...


martes, 29 de septiembre de 2015

Cuando pasa el tiempo

Cuando pasa. Y pasa. Y al final no has hecho nada bien. Decisiones y más decisiones...

Anoche tuve un sueño, aunque parecía una pesadilla. Miles de imágenes subrealistas aparecían y desaparecían como espectros parpadeantes. Primero estaba disfrutando con ese anómalo vídeo que se iba proyectando a una velocidad inóspita en mis neuronas. Poco a poco, me empezó a invadir la angustia, encogí mis hombros y mis ojos, ensombrecidos, quisieron cerrarse para no ver más imágenes, pero nada se detenía. Cosas inverosímiles, deformes, insólitas... incluso monstruosas, se amontonaban en algún rincón de mi subconsciente y me creía desfallecer.

Al final desperté del sueño. Volví a la oscura realidad de mi habitación, todo estaba quieto, en orden. Yo respiraba con algo de ansiedad. Al final la fracción de eyección de mi corazón disminuyó al cabo de unos minutos y ya no lo sentía en mi pecho. Miré a mi alrededor de nuevo y cerré los ojos, imaginando lo inaudito de aquella experiencia irreal. Después, tiritando de frío llegué a la ducha, y allí, mientras el agua casi hirviendo caía sobre mis ojos y mi pelo, pensé que: el día que siempre tenga las extremidades hipoxigenadas de manera continua, el día que no pueda subir unas escaleras y ni siquiera pueda correr unos pocos metros, el día que no pueda dormir nunca más, el día que no pueda ponerme el reloj de muñeca que tanto me gusta, el día que me cueste hasta respirar, el día que no pueda más... Ese día, estaré satisfecha porque lo habré conseguido.

Frágil

domingo, 27 de septiembre de 2015

Promesa


Trato hecho, vamos allá.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Pensando


Después de dormir apenas 7 horas por la noche, otras 3 por la tarde, y creando miles de nuevos pensamientos autodestructivos, quiero parar un momento en seco y preguntarme el por qué de las cosas que hago.

Creo que he tenido una gran idea...

viernes, 25 de septiembre de 2015

Increíble

Dios, dios, dios... Me sigue temblando el corazón. Esta noche ha sido como mágica, especial... Ha sido todo tan emocionante que no puedo parar de pensarlo y no concilio el sueño. Ahora siento como que todo ha pasado muy deprisa, y me gustaría revivirlo otra vez.
La verdad, es que no sé si me he acercado yo, o han sido ellos, o simplemente ha sido casualidad. Pero al final nos hemos quedado charlando toda la noche. Ha sido divertido y notaba algo en el pecho saltando de alegría. Me he sentido una niña de nuevo y se me han pasado mil cosas por la cabeza en esas fugaces horas.
Lo primero es que me he dado cuenta que echaba de menos eso, y sobre todo esa sensación. Esas miradas no sé interpretarlas, esos gestos, esos comentarios, lo bien que encajábamos. Son muchas cosas que replantearse. No paraba de preguntarme una y otra vez qué pensarían de mi, que escondían en sus mentes, ¿estaría haciendo las cosas bien? Luego no podía soportar su ausencia. Luego otra vez se han fijado en mi y han empezado a hablar sobre cosas del pasado... Entonces como una cascada de agua fría, mis recuerdos se han materializado en mis ojos. Podía ver a la perfección como se cumplía uno de mis sueños increibles. Tocaba mi goma del pelo y miraba al suelo pensativa, ¿y si...? Ya me había hecho esa pregunta varias veces... A lo mejor se va a cumplir!! A lo mejor todo lo anterior ha pasado porque tenía que pasar para que se cumpliera el sueño increíble... Esta emoción que me recorre parece una corriente eléctrica llena de energía. Volví a la realidad un momento y les escuché con atención, seguían hablando casi en un susurro sobre sus cosas. De repente pensé como sería todo. Si me lo contarían a mi también y compartirían sus inquietudes... ¿Qué sentirían? ¿Qué sentirán? ¿Qué dirán? Es que no puedo parar de preguntármelo. Se acuerdan de todo a la perfección y lo hemos recordado con unas risas, y eso es lo que más me gusta. Aún nos miramos con esa complicidad... ¿Qué significará todo esto? ¿Qué he estado haciendo todo este tiempo? En realidad, no quería marcharme a casa...


¿Dónde estás?



No me siento digna de subir la foto que iba a subir hoy, así que me abstengo. No he cumplido nada de lo que había decidido hacer y no sé por qué. Me falta algo. A lo mejor me lo tengo merecido por haber perdido el control durante tanto tiempo. Volver a sentir la tortura de un problema invisible. Vagabundear por la ciudad. Pensar en ti. Que la luna me espíe. Que lloren las nubes y yo con ellas. Sentir el frío en los huesos. En los malditos huesos. Que me beses cada uno de ellos...

jueves, 24 de septiembre de 2015

Mi mundo paralelo

Cada noche la luna tinta de luz a las estrellas y desde La Nube, el pico más alto de Cárcola, pueden verse los destellos fugaces de las tablas volando a toda velocidad a través del manto oscuro de la noche. Parecen luciérnagas vagando hábilmente, centelleando y mostrando a los admiradores un maravilloso espectáculo luminoso. Aquí no hay invierno ni verano. Un día puede que nieve y al siguiente hacer un sol espléndido. El tiempo no se mide en relojes ni en calendarios, aquí todo se sabe por el viento y las olas. El mar es inmenso y, algunas islas, flotan suspendidas en el aire sobre él. Otras se acurrucan en su interior, sumidas en una fría oscuridad submarina y las demás como Cárcola se encuentran en su superficie. Las caracolas son el tesoro más preciado en este planeta, es difícil encontrarlas pero tampoco imposible. El mar está repleto de ellas y de vez en cuando las olas arrastran unas tantas a la orilla en las islas de la superficie. Cada vez que eso ocurre para los que viven en la Tierra es como si hubiera pasado un año más o menos. Estoy feliz aquí.

Ese atisbo de felicidad que siento en Cárcola parece inescrutable. No quiero marcharme de aquí, pese a las adversidades que me han dificultado el viaje.
Es fácil: por las noches toco la guitarra en un bar llamado Guardamar, cerca de la costa; así conseguía una propina diaria, no mucho pero lo suficiente como para subsistir al día siguiente. Por las mañanas madrugo y compro algo para desayunar y doy vueltas por la gran playa que abría paso a un océano inmenso. La arena es suave y fina, entonces me siento y practico un poco con la guitarra para la actuación de la noche. A medio día, los del Zócalo me invitan a comer y me siento una más del grupo. No paran de proponerme la idea de ir a surfear el cielo y coger unas olas buenas. El caso es que aún no les he contado que, bueno, que no he surfeado las olas todavía. Sólo sé lo que he visto en las revistas de Skysurfing. Eso ya es un comienzo teórico, pero dudo de si servirá para algo a la hora de la verdad.
Siempre rechazo su oferta pero acaricio la idea de probar yo sola un par de veces antes para no hacer el ridículo...




miércoles, 23 de septiembre de 2015

Si fuera


Si fuera palabra sería “escribir”,
sin mis letras no vivo, no como
Y no puedo dormir.

Si fuera una obra de arte sería el cielo,
aunque me golpeo contra el suelo
Cuando vengo desde allí.

Si fuera un recuerdo,
no sería otro que el oscuro silencio
de aquellas noches de abril.

Si fuera un planeta, que no sea la Tierra,
donde las noches tengan color fresa
y los días color gris.

Si fuera un sentido, sería la vista,
el ojo ve las trampas y busca las pistas
que el camino deja para mí.

Si fuera un sentimiento, no sé cual sería.
Quizás rabia, valentía o una dulce poesía,
escrita solo para ti.

La poesía es bonita

martes, 22 de septiembre de 2015

Él


Su silencio me conmovía. Su extraña sonrisa me inquietaba. No dejaba de divagar por sus pensamientos mientras miraba a un punto fijo del suelo que yo no podía distinguir, pues parecía estar muy lejos de allí, más allá de las oscuras y centelleantes baldosas de mármol. Sus alas seguían inmóviles pero parecían querer volar con el más leve soplo de viento sobre sus desordenadas plumas blanquecinas, que parecían brillar de vez en cuando en la semioscuridad de la sala. Mis manos temblaban en silencio, no se atrevían a tocarle para calmar su impotencia y mis labios no articulaban palabra para no romper el silencio que nos envolvía, ya que parecía proceder de la indecisión, la cual estaba presente en el corazón del ángel que acababa de aparecer en mi vida, como quien cae del cielo. Mi mirada, impasible, contemplaba como su respiración se volvía cada vez más tenue, sin vida... Su sonrisa triste se disolvía por momentos y no pudo reprimir un suspiro. Era un suspiro lleno de puro dolor.

Yo aún no sabía qué hacer. Nunca he sabido que hacer en esos casos. Es complicado sentir un dolor que nunca se ha experimentado. Es difícil encontrar las palabras para apaciguar el dolor de una pérdida. Y es más arduo aún saber qué decirle a un ángel que ha perdido a su elegida. Pues él es mi ángel de la guarda. Y mi espíritu está junto a él y nunca le olvidará.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Tú no lo entiendes

¿Cuántas veces lo habremos hablado? No sé cuantas veces lo habremos hablado, y voy estando algo cansada de tener que repetir.
No encuentro motivos para que comprendas. Y dices que no encuentras causa alguna para que ella enfade así. Dices que ella nunca tiene suficiente, que es muy poco independiente, que no te deja vivir. Pero luego te ahogas en vasos de agua.

No quieres querer, ni quieres que te quieran. Ella nunca es la primera, háblale con claridad. Con el alma justo encima de la mesa, evitando las promesas que jamás se cumplirán. Es la historia de quién nunca se arrepiente porque siempre se convence de que no puede cambiar. Es la crónica de un ciego y su mentira, que mil veces repetida, se convertirá en verdad. Para luego ahogarte en tu vaso de agua.


Tú no lo entiendes, ella quiere que le escribas su canción, que la escuches, que le prestes atención, que la invites a tocar tu corazón. No pide tanto, idiota.


domingo, 20 de septiembre de 2015

Diario del pasado

Hoy encontré algo que escribí en un diario un viernes hace mucho tiempo. Era casi principios de julio y estaba muy cansada. Hacía sol y recuerdo que me dolía el corazón:

"A veces las cosas no salen como uno quiere o como lo espera. Todo esto me está enseñando más o menos cómo es la vida en realidad y que pase lo que pase tengo que amoldarme a ella, para bien o para mal. Ahora pienso que no hay que rendirse, que hay que mirar hacia delante y seguir. Tomando diferentes caminos, más largos o más cortos. Más fáciles o más difíciles. No importa cuantas marcas o cicatrices dolorosas nos atormenten; son recordatorios de todo lo que nos ha sucedido en el pasado que nos advierten de no cometer los mismos errores, de demostrar lo que realmente somos por dentro y destacar sobre todo que la vida es así, con sus complicaciones y sus miedos, con sus alegrías y sus locuras... Algún día todo acabará. Espero que no se me haga tan fugaz como hasta ahora."


sábado, 19 de septiembre de 2015

N.E.D.

Todavía recuerdo lo duro que era y lo fácil que se me hace ahora. Cómo lloraba en silencio y ahora no puedo callarme la boca. Cómo fingía, como mentía y ahora no sé muy bien como actuar. He perdido el control y siento que me va a matar como nunca lo ha hecho. Sólo quiero que lo haga cuanto antes...
Pero no va a ser tan sencillo. No será un simple disparo. Llevará su tiempo el consumirme por dentro dolorosamente como solo ella sabe hacerlo.


El viernes que viene veremos lo que me ha hecho...

jueves, 17 de septiembre de 2015

Manual de instrucciones


Cómo parar el tiempo: besa.
Cómo viajar en el tiempo: lee.
Cómo escapar del tiempo: escucha música.
Cómo sentir el tiempo: escribe.
Cómo liberarse del tiempo: respira.
Cómo vivir el tiempo: viaja.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Bajo la lluvia


"La vida no es esperar a que pase la tormenta,
es aprender a bailar bajo la lluvia..." 


Esa misma frase fue la que durante años ocupaba la otra mitad de mi cabeza. Recuerdo que siempre que pensaba en ello, el significado de esas palabras despertaba mis sentidos, haciéndome sentir como si estuviera en uno de esos felices y repentinos mundos imaginarios en los que nos refugiamos a veces, subiendo a las nubes y dejando a la realidad en otra dimensión, lo más lejos posible. Mi idea mental de esa frase era la siguiente: Yo, en una ciudad desierta llena de nubes grises con un humo negro y espeso sobre el final de los altísimos rascacielos. Edificios en blanco y negro con ventanas casi opacas, calles llenas de oscuridad y aceras encharcadas con agua de un color sucio y metálico. Alcantarillas por donde corrían aguas residuales y vertidos, en calles anchas y tan largas como la misma Quinta Avenida de Nueva York. Y ahí estaba yo, en medio de la calle fantasma con un chubasquero amarillo chillón y unos pantalones rojos que hacía contraste con los tonos grisáceos del bohemio paisaje a excepción de mis botas de agua negras y brillantes a causa de los charcos que se encontraban a mis pies. Miraba hacia abajo y podía ver mi reflejo en los grandes charcos que se extendían a lo largo de la avenida. Veía también reflejado el cielo gris azulado con tonos negruzcos, llenos de nubes con cargas eléctricas y rebosantes de agua que esperaban el menor choque para derramar todo su contenido sobre la ciudad negra polvorienta y que tenía a su alrededor una neblina translúcida. De vez en cuando me deslumbraba algún que otro rayo y a su vez el trueno sonaba a escasos kilómetros de mí. Sostenía un paraguas transparente, esperando a que pasara la tormenta. Aún conservaba mi largo cabello liso y seco, que no se movía ni con la menor pizca de aire porque la ciudad carecía de él. Entonces los rayos, los truenos…cada vez sonaban más estrepitosamente dañándome los oídos y haciéndome pensar que cada vez estaban más cerca. Parecía que las nubes estuvieran bajando a la ciudad y que los rascacielos no les impedirían colarse por las oscuras callejuelas e inundar todos los recovecos y edificios que ésta tenía como frágil esqueleto. Me imaginé mirando al cielo a través de mi paraguas transparente, que poco a poco se iba llenando de pequeñas gotitas que relampagueaban con un leve destello cada vez que otro rayo se dejaba ver entre las nubes. Aparté el paraguas de mi visión y pude ver mejor el cielo que no paraba de rugir sobre mi cabeza. Y no esperé más, tiré el paraguas y salí corriendo calle abajo y cada vez la lluvia caía más fuerte al asfalto, sonando como si mucha gente estuviera aplaudiendo al mismo tiempo, y a la vez mis fuertes pasos iban acordes con la estrepitosa caída que provocaban todas aquellas gotas. Sonreí y comencé a dar vueltas justo en medio de la carretera de la avenida donde los coches no tenían lugar mientras tarareaba en mi mente una simple melodía de vals que contrastaba perfectamente con las notas imaginarías que me inventaba que la lluvia, los truenos y mis pasos hacían en conjunto. Al cabo de un rato estaba empapada, el pelo mojado caía pesado sobre mis hombros y los pantalones estaban manchados por el agua que me salpicaba de todos los charcos por los que iba saltando alegremente. El cielo gruñía ferozmente, cada vez con más fuerza, lleno de rabia, mirando desde arriba la sonrisa que tenía palpada en el rostro. Entonces las nubes se quedaron sin agua, sin energía. El viento llegó y se fue tan rápido como vino llevándose las nubes de un tono grisáceo claro y así mientras desaparecían el sol iba apareciendo, llevando su luz a una velocidad descomunal en el vacío hasta que se chocaba con las ventanas, ahora iluminadas de los rascacielos y permitía que la luz incidiera en los charcos de la avenida y haciendo que esa ciudad que antes era gris y negra se convirtiera ahora en una ciudad nueva, llena de color, luces y vida. Sin dolor, sin angustias, sin preocupaciones. Esta era siempre mi parte favorita de la historia: en la que yo cojo mi paraguas, me deshago del chubasquero y me encamino rumbo al final de la avenida dejando atrás una ciudad limpia plagada de esa luminosidad embriagadora que te invita a quedarte para siempre. Pero yo debía continuar. Debía continuar y salir de ese mundo perfecto, de ese extraño sueño inalcanzable. Y volver a la otra dimensión, a ese otro lugar donde había dejando apartada por unos segundos la realidad y seguir debajo de otra tormenta, de una tormenta perdurable por siempre y con una lluvia fría constante en la que no puedes sonreír y hacer que todo se lo lleve el viento, tienes que enfrentarte a ese paisaje gris como tu quieras, o bailando bajo la lluvia o esperando a que pase la tormenta. Esperando ver algún rallito de sol entre las nubes. Pero puedes de vez en cuando volver a sumergirte en tu otro mundo para no ahogarte entre tanta agua, rayos y no dejarte perder por el sonido estridente de los truenos.



martes, 15 de septiembre de 2015

La magia


- Siempre he querido aprender magia.
- Pero, vamos a ver, ¿qué tipo de magia?
- No lo sé, ¡solo magia!
- Creo que te estás precipitando un poco...
- ¡No, no! Lo tengo todo pensado. Escucha, voy a ir esta noche al Horror Festival, en la calle 13. He oído que es el único sitio de esta maldita ciudad que venden artículos de magia.
- ¿Qué? ¿VAS A IR AL HORROR FESTIVAL?
- ¡Sí! Tal vez el tipo que vende allí sepa algo de magia y, si es así, le suplicaré que me enseñe a usarla.
- Oye mira, no quiero quitarte la ilusión con todo eso de la magia pero, esa tienda me da muy mala espina. En vez de magia, parece que venden miedo. No vayas... además, la magia no existe...

Harto de escuchar las estúpidas advertencias de mi amigo, y de oír esa maldita frase que todos repetían constantemente: "la magia no existe", me fui sin pronunciar palabra, sumido en mis pensamientos, de vuelta a casa. El cielo estaba nublado, iba a comenzar a llover... tenía que darme prisa.

Cuando las manillas del reloj se posaron en las nueve en punto, decidí salir bajo la fría noche a la famosa tienda de la calle 13. Casualmente llegué hasta allí trece minutos después de mi partida.
La tienda desde fuera tenía aspecto lúgubre. A cualquiera le hubiera dado miedo. A mí, en cambio, me atraía ese aura de misterio y de oscuridad. Me gustaba ese hedor a madera antigua que desprendía la puerta y ese tipo de letras que formaban las palabras Horror Festival. Llamé tres veces antes de titubear unos segundos. Un escalofrío me recorrió la columna vertebral como una descarga eléctrica cuando la puerta se abrió lentamente chirriando, dejando pasar el helado viento de la calle e invitándome a pasar. Nuevamente no sentí terror ante aquello, sino pudor y respeto. Ni si quiera ya notaba el peso de mi mochila sobre mis hombros. Sólo podía pensar en la magia que estaba a punto de descubrir.
Aunque, tal vez, estaba un poco equivocado...