Buenas noches viajero del tiempo

Buenas noches viajero del tiempo.
Bienvenido a mi mundo, es oscuro, pero se está bien...


jueves, 23 de julio de 2015

La escritura

Todas las noches podían sentir el goteo de la cera líquida, cómo caía  y se condensaba a los lados de la vela, dejando ver unas lágrimas blanquecinas y brillantes que poco a poco se iban convirtiendo en una pequeña obra de arte. Observaba constantemente la luna llena por la ventana y escuchaba los sonidos del bosque a lo lejos y recuerdo que me preguntaba qué secretos escondería el manto de oscuridad que lo cubre y, de vez en cuando, me dejaba cautivar por algunos destellos púrpura que parpadeaban entre la neblina de la noche. En aquella época mis pensamientos volaban por mi mente como almas vagantes que normalmente los dejaba escapar de mi cabeza y los plasmaba sobre un lienzo, llenándolo de colores y formas. Poco después se fueron perdiendo y esas almas se introdujeron en algún rincón de mi mente dónde aún residen, envueltas en oscuridad perpetua sin querer salir a la luz… 

Hace ya años que no me duele la muñeca derecha de pintar, me limito a ver los cuadros que ya he pintado, les busco un lugar en el pasillo o los enmarco, pero nunca me dirijo hacia el estudio donde reposan mis pinceles, ahora llenos de polvo y telas de araña imperceptibles. Recuerdo mañanas, tardes y noches pintando en una gran estancia llena de agradable soledad, con la mirada perdida en algún punto del cuadro, con la frente a punto de explotar, intentando descifrar lo que mi extraña mente me decía que debía pintar. ¿Minutos? ¿Horas? ¿Días? ¿Cuánto tiempo utilizaba en reflejar todo lo que necesitaba transmitir? Me desahogaba describiendo con pintura los relieves y los reflejos del bosque, además de un lago infinito que se abría paso por la espesura de las ramas de los árboles. Dibujaba destellos púrpura sobre él y me imaginaba a los peces brillando intermitentemente bajo las aguas... La soledad se clavaba más en mí como un clavo y, aunque fuera doloroso a veces, me acostumbré al dolor.  Cada vez más, mis cuadros se llenaban de oscuridad, de misterios y enigmas indescifrables incluso para mí. ¿Sería la inmensa soledad a la que me mantenía agarrada o simplemente con la edad mis pensamientos habían cambiado de color?



Al cabo de unos meses de catastróficas desdichas comprendí porque había abandonado la pintura y porqué los pocos cuadros que pintaba obtenían un color gris azulado con fuertes contrastes negros.

La respuesta era:  La escritura. Me había cautivado por completo, llevándome muy lejos. Me refugiaba en los libros. Yo no los elegía a ellos, sino ellos a mí. Me enamoré de los libros y me pasaba horas explorando sus recónditos secretos, las palabras fluían construyendo en mí un mundo nuevo lleno de magia, me excitaba conocer nuevas historias. Entonces empecé a plasmar los sentimientos en papel, mis propias historias. Mis manos fueron de nuevo mi salvación. O mi nueva locura. Por eso dejé a un lado mis pinceles durante un largo tiempo y me dediqué a escribir mi propia pintura.


AleBlack.

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