Siempre he odiado
que nadie me crea. Que nadie confíe en mis historias. Les abro el corazón y les
cuento lo que sé, las ideas de una mente abierta y resuelta. Mientras ellos se
esconden bajo las máscaras de la incredulidad y no les atraen las historias
fantasmagóricas del pasado. A veces cuando más te rechazan es cuando sacas más
coraje para contar los entresijos que te carcomen la mente esperando a ser
liberados para ser escuchados o leídos. No me importa ya lo que penséis, aquí
va mi historia:
Todas las noches
puedo sentir el goteo de la cera líquida, cómo cae y se condensa a los lados de la vela, dejando
ver unas lágrimas blanquecinas y brillantes que poco a poco se convierten en
una pequeña obra de arte. Veo la luna llena por la ventana y escucho los
sonidos del bosque a lo lejos y me pregunto qué secretos esconderá el manto de
oscuridad que lo cubre y, de vez en cuando, me dejo cautivar por algunos
destellos púrpura que parpadean entre la neblina de la noche. No puedo reprimir
el pensamiento de la historia de Marian. Oh Marian… Cuántas noches en vela leyendo
tu desdichado diario bajo las estrellas. A veces me pregunto dónde estarás
ahora. ¿Serás una de esas estrellas que se posan brillando sobre el firmamento?
Todo es posible, he llegado a la conclusión de ello. A estas alturas, creáis o
no en la historia es cosa vuestra…
Una noche de luna
llena de 1931 nació Selene, la chica títere.
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