- Siempre he querido aprender magia.
- Pero, vamos a ver, ¿qué tipo de magia?
- No lo sé, ¡solo magia!
- Creo que te estás precipitando un poco...
- ¡No, no! Lo tengo todo pensado. Escucha, voy a ir esta noche al Horror Festival, en la calle 13. He oído que es el único sitio de esta maldita ciudad que venden artículos de magia.
- ¿Qué? ¿VAS A IR AL HORROR FESTIVAL?
- ¡Sí! Tal vez el tipo que vende allí sepa algo de magia y, si es así, le suplicaré que me enseñe a usarla.
- Oye mira, no quiero quitarte la ilusión con todo eso de la magia pero, esa tienda me da muy mala espina. En vez de magia, parece que venden miedo. No vayas... además, la magia no existe...
Harto de escuchar las estúpidas advertencias de mi amigo, y de oír esa maldita frase que todos repetían constantemente: "la magia no existe", me fui sin pronunciar palabra, sumido en mis pensamientos, de vuelta a casa. El cielo estaba nublado, iba a comenzar a llover... tenía que darme prisa.
Cuando las manillas del reloj se posaron en las nueve en punto, decidí salir bajo la fría noche a la famosa tienda de la calle 13. Casualmente llegué hasta allí trece minutos después de mi partida.
La tienda desde fuera tenía aspecto lúgubre. A cualquiera le hubiera dado miedo. A mí, en cambio, me atraía ese aura de misterio y de oscuridad. Me gustaba ese hedor a madera antigua que desprendía la puerta y ese tipo de letras que formaban las palabras Horror Festival. Llamé tres veces antes de titubear unos segundos. Un escalofrío me recorrió la columna vertebral como una descarga eléctrica cuando la puerta se abrió lentamente chirriando, dejando pasar el helado viento de la calle e invitándome a pasar. Nuevamente no sentí terror ante aquello, sino pudor y respeto. Ni si quiera ya notaba el peso de mi mochila sobre mis hombros. Sólo podía pensar en la magia que estaba a punto de descubrir.
Aunque, tal vez, estaba un poco equivocado...
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